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A pesar que la historia está construida de gestos honrosos y nobles también está plagada de injusticias y abusos injustificables casi siempre cometidos por el más fuerte, aunque no por el mejor o más noble.
Desde la noche de los tiempos han existido las brujas, pero en la oscuridad de la edad media fue notoria la persecución que hubo en toda Europa de aquellas pobres infelices que luego fueron procesadas y quemadas vivas en la hoguera.
Cualquier persona medianamente inteligente sabe que las brujas no existieron como tal, y considero que hay más de erotismo y frustración en las mujeres a las que llamaban "brujas" que auténtica maldad y mucho menos trato con quien no ha existido más que en la mente de sus verdugos y asesinos, como fueron los inquisidores y la gente interesada en que esas cosas ocurrieran para invocar el nombre de Dios... la Iglesia a la cabeza de toda la organización.

Relaciones carnales entre los espíritus y los mortales
La brujería es una cosa completamente diferente de la magia. Ya en 1597 trató de esta materia nada menos que el rey Jaime I de Inglaterra, en un escrito que se titulaba Demonología. Es obvio que, tratándose de un rey, este estudio estaba influido estrechamente por la tradición. Esto significa que los principios teóricos expuestos e ilustrados por él, reflejan lo que eran. Por aquel entonces y lo que han seguido siendo a través de los siglos las creencias oficiales, las opiniones establecidas y las ideas arraigadas. O sea, que se trata de una especie de resumen codificado por la más alta autoridad soberana.
Sobre la magia, según la opinión oficial, y especialmente sobre las prácticas mágicas, no existen dudas. Se reconocía a la magia blanca un nivel que ahora podríamos definir como precientífico. En cambio, en lo que se refiere a la magia negra, las cosas son muy diferentes: se daba por seguro que el diablo obedece a los magos que seguían esta clase de magia, en absoluta observancia del pacto de sangre. De acuerdo con estas creencias, Satanás seducía a los hombres, -es decir, a los magos- para que efectuaran prácticas prohibidas por medio de tres pasiones dominantes: ansias de poder, concupiscencia y curiosidad.
Vayamos a la práctica: sobre la astronomía (aplicada por los magos) no hay nada que decir, y lo mismo sucede con todo lo concerniente a la astrología en razón a los cambios de estación y a las previsiones meteorológicas. Ya por aquel entonces, los cálculos astrológicos relativos al curso de los gobiernos, a la sucesión del poder, a las guerras y acontecimientos varios, además de las profecías y la confianza en los astros, eran vistos como obras que contenían la impronta del diablo. La geomancia, la necromancia (o adivinación mediante la evocación de los difuntos), la fisionomía y la quiromancia olían terriblemente a azufre infernal. Todo esto era considerado (y todavía ahora) algo completamente diferente a la brujería.
En efecto, la tradición advierte que las brujas y las hechiceras no mandan y no tienen ninguna influencia sobre los diablos, sino que son sus esclavos, marcados con señales bien visibles, como lo están también los magos y los brujos. A pesar de todo, se advierte que mientras los hombres esclavizados de esta manera son individuos con una neta predisposición a la soledad, hoscos pero serenos, las mujeres son, en cambio, generalmente hermosas, expertas y dedicadas al placer, amantes de las diversiones, tanto legítimas como ilegítimas.
La gran mayoría de individuos entregados a la brujería, como advierte la tradición oficial, está compuesta de mujeres. Esto es así porque las mujeres son una presa más fácil para la serpiente, como enseña la experiencia vivida por Eva. Las brujas pueden hacer toda clase de cosas: esparcir odio, tentaciones, maleficios, hechizos, malignidades etc. Nadie está seguro con esta clase de mujeres.
Todos los textos que tratan este argumento concuerdan en señalar de qué modo se pueden establecer las características de una bruja. La más evidente es la que consiste en la incapacidad que tienen para llorar, que por mucho que las pinche no sale sangre de las heridas, que a pesar de sumergirías en aguas profundas no se ahogan, etc. Pero si, de todos modos, se considera que en los procesos efectuados contra las brujas de toda Europa las mujeres acusadas de brujería eran torturadas y confesaban entre gritos, lamentos y llantos, nos parece evidente que las pruebas anteriormente expuestas no son más que creencias absurdas y sin base alguna.
Naturalmente, tanto en la Edad Media como durante los años del Renacimiento, no faltaron mentes lúcidas que negaban la creencia de una relación corpórea entre diablos y brujas. Al contrario, estas personas se oponían rotundamente a la existencia de las brujas, atribuían sus perfidias y malvadas manifestaciones a la locura, la impostura y a una fantasía enfermiza. A pesar de esto, siempre han tenido más creyentes los que afirmaban que la brujería era la peste del mundo y aseguraban que estaban en lo justo al creer en diablos y brujas, creyendo, además, que estas se podían transformar en gatos y en otros felinos, pudiendo, además, volar por el cielo montadas sobre unas escobas o en las grupas de los diablos, asegurando también, entre otras cosas, que existían relaciones carnales entre los mortales y los espíritus. ¿La clásica demostración de la existencia de las brujas, en efecto, no ha sido siempre (más aún que su habilidad en preparar filtros, venenos y hechizos) su irrefrenable pasión por asistir a orgías? Es decir, a las turbias reuniones que pasaron a la historia con el nombre de Sabba.
El orgiástico Sabba (Akelarre)
En el Sabba no se utilizaban simbolismos, ni se refería a ninguna ceremonia cristiana: se servían de ídolos paganos y emblemas fálicos adorados por hombres y mujeres que seguían estas creencias. Las ceremonias del Sabba se desarrollaban, preferiblemente,en una amplia explanada, generalmente en un lugar alto (los conocidos lugares elevados tan nombrados en los textos de brujería). Era esencial que un bosque limitase la explanada: El bosque representaba el coro, mientras que la explanada representaba la nave de la iglesia. Estos términos de clara alusión a los términos cristianos han sido inventados por los comentaristas y por los historiadores, mientras que los distintos términos utilizados para la brujería pertenecen a un género obsceno de la exaltación erótica.
En el bosque se erigía una especie de altar de piedra que tenía encima una estatua de madera que representaba a Satanás, con el cuerpo humano, pero con la cabeza, las manos y los pies de macho cabrío. La estatua estaba pintada de negro, tenía un órgano viril y se le ponía entre los cuernos una antorcha encendida.
La llegada de las brujas y de los magos (llamada «introito») daba lugar a los inicios del Sabba. Primeramente se elegía y situaba ante el altar la bruja que debía oficiar las ceremonias satánicas. Se le imponía el título de «Princesa de los Antiguos», tenía que ser una muchacha joven y preferiblemente virgen. Una vez recibida la investidura, la princesa ordenaba en seguida a sus súbditos que encendieran sus respectivas antorchas, y la que estaba situada entre los cuernos de Satanás, mientras que ella con una voz fuerte y llena de inspiración invocaba la ayuda de Satanás y la protección de los malvados.
Finalmente, con las antorchas llameantes, situadas todas en fila, las brujas y los magos se acercaban al ídolo para besarle los miembros inferiores; mientras tanto, la princesa abrazaba el falo y fingía que se abandonaba al ídolo.
Este era el principio. Este rito era seguido por un banquete: los presentes, divididos por parejas, se comían los manjares que habían traído, bebían vino, sidra, cerveza (bebidas que ya eran conocidas en el siglo XII). Se mezclaban a las comidas y a las bebidas, hierbas embrujadas que provocaban una general e irrefrenable excitación.
Henos ya en la ceremonia principal del Sabba: la danza. Brujas y magos bailaban espalda contra espalda, cogiéndose de la mano y con la cabeza de lado para poder ver al vecino. Estas danzas provocaban una especie de vértigo, favorable pata los acontecimientos de la segunda parte del Sabba. En un cierto punto, los bailarines rompían el círculo: seguían bailando y saltando cambiando continuamente de compañero. Se efectuaba una auténtica zarabanda. Teniendo en cuenta que el ritmo de la danza iba cada vez en aumento y se aceleraba, es fácil comprender que los participantes caían pronto en un estado desenfrenado de éxtasis y sucedía lo que fácilmente se puede intuir.
Pero en medio de la orgía, una orden de la princesa rompía la fiesta. Ella misma, en este momento, se convertía en el altar. Se extendía desnuda sobre el altar de piedra y las funciones de oficiante eran efectuadas por uno de los magos, considerado como la encarnación de Satanás. Este iniciaba las ofrendas sobre el altar, es decir, el cuerpo de la princesa constituido como altar. A este mago le sucedían otros y también brujas, mientras que en medio del frenesí los restantes presentes se intercambiaban las ofrendas. En los tenebrosos textos de la brujería se lee que la princesa era torturada muchísimo rato a fuego lento...
La frase es oscura, pero revelando el hecho de que ninguna tortura (en el sentido de fustigación, etc.) era efectuada, y sobre todo considerando que el término ofrendas significa actos sexuales, resulta evidente que la repetición de estos actos sobre una muchacha virgen acababa siendo una tortura para ella.
La orgía se efectuaba entre continuas invocaciones a Satanás; se efectuaban también sacrificios: se decapitaban erizos (considerados reptiles venenosos), se mataban varios animalillos, mientras en la explanada los endemoniados seguían efectuando sus ofrendas.
El Sabba comienza a horas avanzadas de la noche y termina al amanecer; la aparición del lucero del alba señalaba el final de la fiesta. El rito terminaba con un enorme coro de maldiciones. Después, cada uno de los participantes seguía su propio camino. |
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